El plátano es un frutal que no suele cultivarse en huertos urbanos de campo salvo que estos se encuentren en zonas con climatología subtropical. Aun así, son muchos los que se arriesgan a cultivarlos en zonas no tan benignas, con el riesgo de que una helada invernal acabe con sus expectativas de recolectar sus propios plátanos.
De todas formas, siempre animamos a que se cultive esta exótica planta originaria de la región indomalaya, perteneciente a la familia de los Musaceae y cuyo nombre científico es Musa x paradisiaca. Es una planta que no requiere excesivos cuidados y en climas mediterráneos florece y ofrece sus frutos con un aceptable éxito.
El plátano no es un árbol. Es una planta herbácea perenne gigante, con rizoma corto y tallo aparente. Este es el resultado de la unión de sus vainas foliares de aspecto cónico que alcanza una altura de 3 a más de 7 metros de altura, terminado en su conjunto a modo de una corona de hojas.
Para conocer mejor a esta planta, su tallo es en realidad casi subterráneo con un aspecto de tipo rizoma o bulbo. De él aparecen numerosos puntos de crecimiento que dan origen a pseudotallos, raíces y yemas vegetativas. Por ello, el plátano es una planta que rebrota con mucha facilidad desde su base.
El plátano puede ser plantado en suelos poco profundos porque sus raíces son muy superficiales, distribuyéndose en una capa de tierra de entre 30 a 40 centímetros, si bien, la mayor parte de ellas se concentran entre los 15 y 20 centímetros. En cuanto a su poder de penetración es débil, por lo que su distribución estará muy relacionada con la textura del terreno.
Sus hojas también se originan en la parte superior del rizoma y emerge enrollada en forma de cigarro. Son grandes, verdes y dispuestas en forma de espiral. Su tamaño oscila entre los 2 a 4 metros de largo y con una anchura de 1,5 metros aproximadamente. Por lo tanto puede alcanzar cada grupo de plantas una importante envergadura, lo que no hace al plátano como un frutal adecuado para huertos urbanos de terraza y balcón.
Volviendo a sus hojas, estas se rompen fácilmente de forma transversal si el viento es fuerte. Este hecho, aunque afecte a su aspecto ornamental no lo hace tanto a su buen desarrollo. Sabiéndolo, ubicaremos nuestras plataneras en aquellas zonas más cálidas y resguardadas del viento en nuestra parcela.
En su estado adulto se produce la floración, un escapo pubescente terminado por un racimo colgante de 1 a 2 metros de largo por planta. Cada uno, dependiendo de la variedad y vigor de la planta, posee una veintena de brácteas ovales alargadas, agudas, de color rojo púrpura, cubiertas de un polvillo blanco harinoso. De sus axilas nacen a su vez las flores. Si el clima no es muy cálido, este racimo suele ser muy pequeño.
Sus flores son amarillentas, irregulares y con seis estambres y tres pistilos con ovario ínfero. Una vez fecundadas se producen los racimos, que si en condiciones apropiadas pueden llevar hasta 20 ‘manos’ (grupos de plátanos), en climas más fríos pueden ser menos de la mitad.
El fruto del plátano es técnicamente una baya oblonga. Su color es amarillo verdoso, amarillo, amarillo-rojizo o rojo según la variedad y estado de maduración. Los plátanos desarrollan una masa de pulpa comestible sin ser necesaria la polinización.
Para facilitar la maduración de los racimos, se pueden envolver con una malla o bolsa de plástico bien aireada para concentrar el calor.