Julio Blanco lleva unos años jubilado y gracias a ello dispone de más tiempo para uno de sus hobbies, que sin ser consciente de ello lo ha gozado toda su vida.
Toda una vida profesional dedicada al comercio textil y por supuesto también a la atención a su familia, no le permitía disponer de estos momentos para cuidar y mantener su huerto urbano. Según Julio, atender un huerto requiere más tiempo de lo que muchos se imaginan ya que hay que plantar, podar, tutorar, regar… realizar muchas tareas que en la mayoría de casos se ve incrementada por las necesidades específicas de cada especie. El huerto es un ser vivo que pide tanta atención y dedicación como uno esté dispuesto a darle.
El huerto urbano de Julio Blanco está situado en la Masía Xeixa, muy cercana a la popular ciudad de Valls en Tarragona. Esta casa posee un campo de olivos de la variedad Arbequina con la que obtienen un aceite mono varietal de gran calidad. Entre varias líneas de olivo, Jordi, su yerno, le habilitó tres parcelas para utilizar como huerto urbano y en el que Julio cultiva un importante número de especies a lo largo del año.
El campo tiene su historia. Se adquirieron los terrenos por parte del tatarabuelo de Jordi sobre 1830 y era terreno sin cultivar, hasta que años más tarde se plantó de algarrobos… cultivo de secano y de interés agrícola en aquella época. Los tiempos cambian y también los cultivos. Estos algarrobos fueron sustituidos décadas más tarde por avellanos, cultivo de referencia en Tarragona, y posteriormente estos por almendros. La última transformación fue con los actuales olivos aprovechando el momento para trasformar este terreno de secano a regadío mediante riego localizado.
Si bien Julio cultiva el terreno durante todo el año, al hacerlo al aire libre, su mayor actividad se centra en los cultivos de finales de primavera a principios de otoño. Así, durante los meses más fríos de año tan sólo algunas coliflores, espinacas o acelgas requieren de su atención.
En cambio, con la llegada del buen tiempo, el huerto urbano de Julio comienza a llenarse de plantas de tomates, berenjenas, judías, calabazas, pimientos, pepinos… cuyos frutos no sólo se consumen en fresco sino que entre conservas y congelados, estarán presentes en la mesa durante gran parte del año.
Al comienzo comentábamos que Julio, sin ser muy consciente de ello, su pasión por cultivar la ha tenido toda su vida. El motivo es que desde muy pequeño ayudaba a su padre, entre otras actividades, al cultivo del huerto. En aquella época era una práctica normal que en muchas familias, además de su actividad propia de trabajo, se conjugase el cultivo de algunas hortícolas, así como la crianza de algunos animales. Esta vinculación inconsciente a la horticultura ha despertado tras su jubilación, encontrando en ella la posibilidad de ocupar su tiempo en algo tan gratificante como es el cultivo de hortalizas.
Julio ocupa todo el tiempo que desea a su huerto urbano, si bien en muchas ocasiones no está solo. En ocasiones le ayuda su esposa Ángeles, pero Julio, con quien más disfruta y no sabe decir cuánto es con su nieta María. Ella ‘casi tan pequeña como las frutas’ le ‘ayuda’ a ponerlas en la cesta tal y como se las va dando con delicadeza.
La cosecha de su huerto va más allá de lo puramente material. Los ratos pasados junto a su nieta, según Julio no tienen precio. Tampoco ver la satisfacción de aquellos a los que les regala algunas de estas hortalizas. Aunque hay casos que según Julio tienen su peculiaridad como los ‘intercambios’ que mantiene con uno de sus vecinos y que posee un caballo… él le regala sus tomates, berenjenas, pepinos… y él le regala estiércol de su caballo para su campo… un intercambio que bien analizado se convierte en dos círculos interactuando: uno entre las personas en la que la gratitud es recíproca y otro entre animales y plantas en la que la naturaleza les une en una simbiosis implícita.