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Si hasta hace poco tiempo, el agricultor disponía de dos grandes grupos de productos para el cultivo, como son los fitosanitarios y fertilizantes, actualmente debe contar con un tercer grupo: los bioestimulantes agrícolas.
Merece la pena recordar que hasta la década 80 del siglo XX, el grupo de fertilizantes o abonos, como también se le denomina, suponían el grueso para la nutrición vegetal. Por supuesto, además de las enmiendas orgánicas, abonados en verde, estiércoles, purines, etc.
A partir de esos años, aparecieron en el mercado los denominados Agronutrientes. Se pasaba de abonos minerales NPK con o sin mezclas, a formulados mucho más técnicos y complejos que permitían mejorar los cultivos de alto rendimiento, tanto intensivos como extensivos.
Los Agronutrientes, en el conjunto de sus diferentes formulados, permitían al agricultor, además de cubrir todas las necesidades de la planta durante todo su cultivo, disponer de aquél formulado específico para resolver una determinada carencia, actuar sobre un estado fenológico del cultivo, o asegurarse mejoras en la polinización o engorde de frutos, por ejemplo.
Durante esa etapa, los fabricantes de agronutrientes, avanzaron en el desarrollo tecnológico y llegaban a nuevos productos que, sin ser fertilizantes como tales, mejoraban aspectos en las plantas como un mejor aprovechamiento de humedad y nutrientes del suelo, mejor resistencia ante el estrés hídrico y térmico, incluso resistencias notables ante determinados problemas fitosanitarios.
Estos nuevos productos, fueron bautizados inicialmente como fitofortificantes, aunque la legislación en esos tiempos no los contemplaba en su globalidad. En un esfuerzo por encontrar su espacio legal, pasaron a buscarlo bajo la terminología OMDF (Otros Medios de Defensa Vegetal), pero sin un éxito que satisficiera a los actores Agro.
Finalmente, con la culminación primero de un Reglamento español y después de la normativa Europea, en junio de 2019 se publicó el Reglamento (EU) 2019/1009 sobre productos fertilizantes, sustituyendo al anterior Reglamento (CE) 2003/2003 en aplicación hasta junio de 2022.
Es entonces, cuando incluye todos los productos fertilizantes y agronutricionales en 7 grupos según su función, denominados Categorías Funcionales de Productos o CFP, y en concreto, en el grupo CFP6: Bioestimulantes de plantas.
Los bioestimulantes agrícolas, como tales, se encuentran entre los productos más antiguos que se vienen utilizando en la agricultura. Lo que sucede, es que no se han tenido como especialidad agrícola ni han llegado al grado de sofisticación de sus formulados como sí disponemos a día de hoy.
El uso del término bioestimulante es más reciente, ya que fue a partir de la mitad de la década de los noventa, cuando empezaron a publicarse artículos mencionando el término bioestimulante.
En sus inicios, sobre estos productos de acción como bioestimulantes agrícolas, se iba conociendo de ellos sus efectos en el cultivo, y no tanto sus modos de acción en las plantas. Esto está cambiando en muy poco tiempo gracias al gran esfuerzo en la investigación, no sólo por los propios fabricantes de bioestimulantes agrícolas, sino también por centros de investigación públicos y privados.
Esta investigación ha estado orientada a identificar nuevos compuestos bioactivos y microorganismos beneficiosos, conocerlos cada vez más y con mayor precisión, identificar cómo actúan en la planta, qué mecanismos bioquímicos y fisiológicos están involucrados… en definitiva, dar luz y una base científica de por qué los bioestimulantes de plantas son productos necesarios para la agricultura.
Se puede decir que los bioestimulantes agrícolas son sustancias o microorganismos que, aplicados adecuadamente a las plantas, pueden mejorar la eficacia de éstas, en áreas como la absorción y asimilación de nutrientes, su tolerancia al estrés biótico o abiótico, mejorar alguna de sus características agronómicas, incluso mostrar una mayor resistencia a determinadas enfermedades. Y ello, independientemente del contenido en nutrientes de la sustancia bioestimulante en cuestión.
Sus efectos pueden ser muy variados, porque dependen de diversos factores, como, por ejemplo: las sustancias que lo componen, las condiciones del medio, el mecanismo de acción, las reacciones bioquímicas en la planta, etc.
En cuanto a los diferentes tipos de sustancias que se incluyen en la definición de producto bioestimulante agrícola, son muy diversos. Según uno de los mayores expertos mundiales en bioestimulación, Du Jardin, jefe de Biología Vegetal de la Facultad de Ciencias Agronómicas de Gembloux, establece diferentes categorías de productos. Entre ellos, los ácidos húmicos y fúlvicos, las proteínas hidrolizadas y aminoácidos, los extractos de algas y plantas, el quitosano y otros biopolímeros, los compuestos inorgánicos y ciertos microorganismos como pueden ser los hongos y bacterias beneficiosas.
Como no puede ser de otra manera, el mundo de los fertilizantes, como otros, ha estado regido por reglamentos, tanto nacionales como europeo. Como también es normal, estos reglamentos van avanzando en el tiempo según avanzan las tecnologías en el desarrollo de los nuevos productos para fijar la actualidad.
En este sentido, en junio de 2019 se publicó el Reglamento (EU) 2019/1009 sobre productos fertilizantes. Esta normativa sustituye al anterior Reglamento (CE) 2003/2003 (en aplicación hasta junio de 2022) y por primera vez incluyen todos los productos fertilizantes y agronutricionales en 7 grupos según su función (denominados Categorías Funcionales de Productos o CFP):
Es en este nuevo Reglamento, cuando por primera vez recoge a los bioestimulantes agrícolas, creando la nueva Categorías Funcionales de Productos CFP6: Bioestimulantes de plantas.
También en él, se define por primera vez este término y se le desliga completamente del concepto de producto fitosanitario. Tal y como se indica en el Anexo I del Reglamento EU 2019/1009, los bioestimulantes “son productos cuya función consista en estimular los procesos de nutrición de las plantas con independencia del contenido de nutrientes del producto, con el único objetivo de mejorar una o varias de las siguientes características de las plantas y su rizosfera: la eficiencia en el uso de los nutrientes, la tolerancia al estrés abiótico, las características de calidad, o la disponibilidad de nutrientes inmovilizados en el suelo y la rizosfera”.
A partir de su entrada en vigor, estos productos bioestimulantes para plantas, deben cumplir con los requisitos del reglamento y tener siempre los efectos que se declaren en la etiqueta para los cultivos que se especifiquen.
Estos, se encuentran catalogados según su origen en dos tipos:
De forma rápida, la diferencia entre los bioestimulantes agrícolas con respecto a los fertilizantes y fitosanitarios, es que los bioestimulantes para plantas actúan a través de diferentes mecanismos a la de los fertilizantes, independientemente de la presencia de nutrientes en los productos.
Con respecto a los productos fitosanitarios, estos actúan únicamente sobre el vigor de la planta y no tienen las acciones directas contra las plagas o enfermedades.
Bajo estas premisas, se puede afirmar que los bioestimulantes para la splantas son complementarios a la nutrición y protección de los cultivos.
Entre los beneficios del uso de bioestimulantes para plantas, uno de los mayores es que son una solución natural. Con sus aplicaciones pueden mejorar el rendimiento de los cultivos sin introducir productos químicos nocivos en el medioambiente.
A continuación, establecemos una serie de los diferentes beneficios que proporciona el uso de bioestimulantes agrícolas en los cultivos:
Como se puede afirmar, los bioestimulantes agrícolas son productos de gran ayuda para conseguir las mejores cosechas y rentabilidad al agricultor, sin olvidar que son respetuosos para el medioambiente.
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